lunes, 2 de mayo de 2016

Machismo encubierto o prejuicios

Aquí Noomi.

Bueno, voy a relatar (más o menos vagamente, porque más vaga y entro en muerte cerebral) algo curioso que me pasó la otra noche.




Erase que se era, un restaurante cualquiera una noche cualquiera en una cena cualquiera entre dos personas de cierta inteligencia (o al menos una de ellas la tenía).


La cuestión fue que pedimos la cena, con todos los platos y las bebidas, y hasta ahí todo bien. El primer gesto que me llamó la atención por parte del camarero (que en realidad es el protagonista de esta minihistoria) fue el hecho de que entre el Nestea y la Coca Cola que pedimos mi novio y yo, él decidiera que a mí me tocaba el Nestea y a mi novio la Coca. No le di más importancia que unas risas mientras intercambiábamos las bebidas.


Obviamente, con los entrantes no hubo ninguna confusión porque eran para compartir. Bien, señor camarero, bien.


Los platos principales fueron de nuevo un desafío para el hombre (que dejo claro que en todo momento fue amable y no fue con mala fe ni nada de eso). Entre la hamburguesa doble con queso, con guarnición de patatas fritas (así, algo ligero para que no pese la cena), y el arrocito con anacardos, verdura y soja, el hombre decidió que yo debía de cenar el arrocito rico y mi novio la hamburguesota de machotes. De nuevo, me partí el trasero (fina que soy) mientras intercambiábamos de nuevo los platos.


Y por supuesto, quedaba el momento estrella. El postre. Ese momento tenso en el que el “desubicado” camarero tenía en su haber un café vienés, largo y coronado con nata, y un pequeño batido de arándanos. La tensión crepitaba en el ambiente… Y entonces depositó delante de mí el batido afrutado, dejándole el café, fuerte y varonil, a mi novio. Le dimos las gracias ente sonrisas y nos intercambiamos los postres, otra vez.


He de admitir que sí, que me puse a pensar, mientras sorbía mi café calentito y dulzón, que era posible que resultara extraño que fuera la mujer quien se decantara por un refresco, una hamburguesa con queso y bacon y un café vienés, en vez de un “desgasado” Nestea , un arroz con verduras y un batido de arándanos.
Al segundo siguiente, zarandeé un poco la cabeza y me reí. ¿Por qué resultaba extraño? ¿Estamos tan condicionados por las distinciones entre sexos que nos afecta hasta en nuestros hábitos alimenticios? ¿Hay un protocolo sobre lo que es “normal” o “adecuado” que pueda pedir una mujer o un hombre a la hora comer? ¿O son solamente una serie de casualidades que se dieron? ¿Alguna vez os ha pasado algo parecido?



Internet está plagado de lugares oscuros y cantarines llenos de gifs del demonio.


2 comentarios:

  1. Al final es mejor tomarse estas situaciones con humor. Seguramente el pobre camarero se encontrará con la situación inversa tan a menudo que automáticamente repartirá los platos así. xDDD

    ¡Una anécdota más para que nos la puedas contar por aquí!^^

    ¡Un besazo enorme!

    PD: Tu vicio con los gifs es preocupante. JAJAJAJAJAJA

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  2. Hombreeee, el primer comentario del blog que no está comprado *.*
    je jej jejeje.
    Sí, una situación muy chanante. Y sí, es mucho mejor tomárselo con humor, es lo que hay.
    Gracias por pasarte por aquí, guapisisisishima. Un besote.
    PD: los gifs son lo mejooooor.
    Noomi.

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